Lucía nació en Cónchar el 9 de febrero de 1662. Hija de Pedro González Zarzo y Ana Juárez Espinosa. Fue bautizada el 25 de marzo, día de la Encarnación, de ahí su nombre Lucía María de la Encarnación. Murió el 12 de octubre de 1709 a los 47 años en Granada. La fama de santidad la acompañó durante toda su vida, desde que era muy niña. Vivió una vida consagrada a la oración, la penitencia y a los demás, era muy conocida por su gran generosidad. Tuvo varias apariciones de Jesús y de la Virgen. Se dice que ella misma fue capaz de obrar milagros y tenía visiones proféticas. Su gran belleza física y sus virtudes hicieron que durante su juventud no fueran pocos los que la pretendieran como esposa (hubo pretendientes de noble y acaudalada familia), pero ella los rechazó siempre en pos de conservar su pureza y el voto de castidad que hizo al mismísimo Niño Jesús en una aparición cuando aún era muy niña, momento en que se entregó a El como esposa. Se cuenta que era extremadamente adelantada para su edad, apenas tenía cinco años y ya predicaba con extraordinaria sabiduría entre sus conocidos. La primera aparición de Jesús fue cuando aún no tenía cuatro años, ella hacía el Vía-Crucis en los alrededores de Cónchar y al terminar, en unas peñas (encima de donde está el actual cementerio) se le apareció con la Cruz al hombro y le ofreció ser su Esposo a cambio del voto de castidad durante toda su vida. |
Sor Lucía: Monja Clarisa de Ntra. Sra. de los Angeles (Granada) |
Entre sus muchos prodigios se cuentan los de caminar sobre las aguas, curar enfermos y aparecerse en sitios lejanos mientras estaba en el convento. Antes de entrar en el convento estuvieron a punto de casarla, pero cuando su pretendiente -un hidalgo de Jaén- venía de camino a Cónchar, murió de forma repentina mientras desayunaba en una posada. Al mismo tiempo, en Cónchar, ella sufrió el mismo mal y ya la daban por muerta, cuando a las pocas horas despertó y contó lo que le había pasado a su pretendiente: a los pocos días llegó la noticia de la muerte del caballero y la confirmación de que fue realmente como ella lo había contado. Rogó a sus padres que ya no le aceptaran más pretendientes porque ella ya estaba desposada con Cristo y a todos los que la pretendieran había de pasarles lo mismo que al hidalgo de Jaén. Poco antes de morir (predijo la fecha exacta de su muerte) los médicos intentaron un remedio habitual de la época: una sangría, pero no lograron sacarle mas que unas gotas de sangre. Dejaron la sonda puesta en su pierna con una venda. A los 5 días murió y al ir a amortajarla vieron que la venda estaba empapada en sangre. Se esperó 30 horas y viendo que aún había sangre fresca y las articulaciones aún tenían flexibilidad se decidió realizar de nuevo la sangría obteniendo más sangre que cuando estaba viva. Se dice que esta sangre obró curaciones milagrosas a enfermos. Fr. Gabriel Calvo de Ortega escribió una biografía unos meses después de la muerte de Lucía en 1709. El personalmente comprobó los hechos, se entrevistó con testigos y quiso dejar muy claro que sólo había publicado los hechos que él consideraba estaban probados y venían de fuentes fiables. El que durante muchos años ha sido párroco de Cónchar, D. Saturnino Molpeceres, quiso recuperar del olvido la historia de esta extraordinaria mujer como un regalo al pueblo de Cónchar y consiguió que en 1992 se publicara una pequeña biografía de la que proviene esta información. |